Hablar de Miguel Sáez es sin duda
algo innecesario para la mayor parte de ustedes, ya que es de sobra conocido,
tanto por su desempeño como docente durante años, como por su labor en lo que
han sido sin duda sus dos grandes pasiones, el teatro y la semana santa, a las
que pudo dedicarse en cuerpo y alma gracias al apoyo callado, pero sin duda
imprescindible, de su esposa, Gabriela López. ¡Gracias Gabriela!
Ambas aficiones diríase que están
grabadas genéticamente, ya que desde su más tierna infancia, participaba de
ambas en el ámbito familiar.
En el teatro, donde empezó haya
por el año 1940 participando en UN FESTIVAL ESCOLAR DECLAMANDO UN POEMA DE Álvarez
de Sotomayor, ha hecho de todo, tramoyista, apuntador, actor, director… pero
sin duda su aportación más importante y querida, fue la creación en al año 1971
de la Semana del Teatro Aficionado, un evento que bajo su dirección se fue
enriqueciendo y ampliando, primero con el certamen de teatro infantil y después
con el festival nacional de declamación, haciendo que el nombre de Albox fuera
conocido en toda la geografía nacional. Una labor de muchos años que quizá no
se le ha reconocido suficientemente.
Pero sin duda su gran pasión es
la Semana Santa, que vive desde una Fe profunda, lo que le ha llevado a conocerla
y amarla en todas las distintas formas en que se celebra en España, desde las
ricas procesiones sevillanas, al austero sentimiento religioso de Castilla,
como distintas muestras de una misma Fe y un mismo sentimiento de amor a Dios.
En el año 1939 se reiniciaron las
actividades de la cofradía de Nuestra Señora de las Angustias, entre los
miembros de la primera directiva tras la guerra se encontraba su tío materno
Juan Vizcaíno Rodríguez, y desde el primer desfile procesional, Miguel Sáez,
con siete u ocho años, tomó parte. En el año 1954 entró a formar parte de la
junta directiva de la cofradía, hasta hace muy pocos años, durante ese tiempo
siempre vigiló y controló con su potente voz la salida de los tronos de la
iglesia, y ahí sigue, todos los Viernes Santos, en la puerta de Santa María,
nervioso, vigilando la salida de los tronos y de SU trono, sintiendo quizá,
todavía, que la responsabilidad de sacarlo a la calle es un poco suya.
Fragmento extraída del protocolo del acto,
presentado por Manolo Pleguezuelo Alonso